Personalmente, es la parte que más me gusta. Ultimo deleite antes de que se acabe, pero nada de tibiezas, nada de finuras. No hay que temer ensuciarse las manos, volverse fiera cuando se arranca la carne al hueso de un mandibulazo, ni perder toda dignidad protocolar a la hora en que los cubiertos vuelven, desordenados, a hacer contacto con la mesa por el resto de la comida. Pero es definitivamente la carne mas tierna y jugosa, no ¿O que?
Es una cuestion de hermenéutica antropológica. El poder por unos instantes retomar conciencia de una de nuestras realidades mas esenciales es una terapia como pocas y tiene probablemente muchos mas sentidos que el simple alimentarse como cavernícola. El cromañonismo carnal es definitivamente un instinto muy bajo (comparado, obviamente con las alturas a las que no deja de aspirar nuestro patético intelecto) pero tan agradable de complacer...
Ahora bien. Dicen las malas lenguas que de repente me volví de carne y hueso (como si algún día hubiera podido dejar de serlo...). ¿Querrá decir que me volví comestible? ¿Me habré vuelto una realidad tan sencilla y básica como el placer de terminar en apoteosis la aniquiladora mortandad del hambre?
¡¡¡¡¡¡Róeme fiera, sisisisisisisi más, más!!!!!!!! Just kidding.
:o)
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1 comentario:
Hasta el vegetariano, que se tapa los ojos, puede, olfativamente, o escuchando los ruidos del propio hueso, encontrar en la desmitificación de lo etéreo, el sabor oculto de la carne y del hueso que, reales como nada, lo mueven a salivar, a tener hambre, a preocuparse por su hambre, a preocuparse por saciar su hambre, y por no olvidar que la tiene, la tuvo y la tendrá siempre.
Complicado, pero sencillo. Sencillo como la carne y el hueso. Complicado como cortarla adecuadamente, masticarla adecuadamente, sin que pierda sus propiedades.
WooofWoof, grrr, Wooof. (just kidding, hah)
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